Ser ganadero es algo más que un medio de vida.

Febrero de 2023. El otoño ha sido pésimo, prácticamente no ha llovido; si exceptuamos algunos pequeños chaparrones aislados. Las dehesas verdean. Solo tienen color; no sustento para alimentar el ganado. Ni tan siquiera contienen fibra. La primavera anterior, igualmente seca, resultó escasa en producción herbácea; necesaria para el pasto seco veraniego. El pasto seco es muy importante en el otoño-invierno siguiente. Al abrigo del pasto y protegida de los hielos nace hierba, produciéndose una mezcla verde-seco que los animales consumen bien. La paridera se presenta complicada. No tenemos  comida. Este año vamos a tener que  suplementar con concentrado. Las parideras, en Sierra Morena, tienen lugar entre los meses de enero y marzo, tanto de los estantes como de los trashumantes. El motivo es que los nacidos tienen que haberse vendido cuando la producción herbácea comience a decaer y los reproductores y la reposición deben estar fuertes para emprender el camino de regreso. El invierno está siendo descarnado. En las noches me levanto varias veces. Con la linterna voy cogiendo los corderos nacidos y apegándolos a sus madres, si los atetan y no se les despistan superarán la cruda noche. El calostro los calienta por dentro y la madre por fuera. Los borreguillos se tumban contactando su cuerpo con el de la  madre y si sopla viento, entre el origen de este y el cordero vamos a encontrar siempre a la oveja. Con trabajo y frío voy superando una paridera más. El 7 de febrero a las cuatro de la mañana un ictus me produce un coágulo en la cabeza que da con mis huesos en el hospital, donde permanezco dos semanas.

En el tiempo de convalecencia recibo muchísimas llamadas: amigos, compañeros, familiares… Entre estas, recibo la de D. Manuel Díaz-Meco, veterinario, amigo, compañero, persona que me conoce y sabe de mi pasión por el ganado. Me dice: ¡Tus ovejas te echarán mucho de menos!

- No creo. Tengo tres buenos pastores que las cuidan y miman: mis hijos Antonio y Pilar y mi yerno Miguel Ángel. Ahora, lo que sí es cierto, es que  yo a ellas si las añoro.

Al oír esta conversación, Marina, mi mujer, que me cuida con mimo, me dice: No pienses en que vas a salir ya corriendo al campo.

- No te preocupes bajaré el ritmo. Pero seguiré yendo a la Dehesa. No haré grandes esfuerzos. Pero para mí el campo y mis animales son sentimientos, emociones, ilusiones… Desprenderme supondría la muerte en vida.

Tras este pequeño debate, y como en las largas horas tumbado en la cama del hospital hay tiempo para todo, la mente vuela y siempre lo hace hacia el monte, la dehesa, los animales y las vivencias y sensaciones que este mundo han ido grabando  en mí y que han forjado lo que es hoy mi personalidad, mi forma de ser y mi actitud frente a la vida. Vuelo. Soy “un mocoso”. Estoy en el Umbroso, finca de Santisteban del Puerto (Jaén), donde Don Manuel tiene sus bonitas vacas cárdenas moruchas. A esta finca acudo con frecuencia. Hay amistad con mi familia.

 Gran número de los veterinarios de mi generación. A pesar de ser un buen compañero y amigo nos dirigimos siempre a él como D. Manuel y de usted, en señal de respeto y admiración. Don Manuel siempre fue y sigue siendo toda una Institución dentro de los veterinarios de nuestra provincia.

El vaquero es Miguel “pellica”. Dentro del cortijo, la lumbre,  constantemente encendida, da igual  que sea invierno o verano.  En verano solo un pequeño tronco que es más bien un gran carbón. Apoyado  en él, siempre el puchero de barro, al que de vez en cuando Miguel destapa para ir añadiendo agua. El fuego apenas desprende calor y al entrar en la vivienda en pleno mes de agosto notas el frescor. El cocido que hacía Miguel era un placer para todos los sentidos desde el oído, con su chups, chups, pasando por la vista cuando lo volcaba en el pequeño lebrillo de barro, que ponía encima de la mesa y alegraba el olfato, hasta que llegaba el  momento supremo de desguatar, los garbanzos que se deshacían con una leve presión y desprendían  ese suave sabor a ahumado. Hice la mili en la unidad veterinaria en Madrid. Durante mi estancia fui a comer a distintos lugares donde decían hacían “el auténtico cocido madrileño”. Ninguno le llegaba a la suela del zapato al de Miguel. Su  sabor me acompañará toda mi vida.

De Miguel guardo infinidad de recuerdos entrañables. Siendo un mozalbete de unos quince años, un día, las vacas se salieron de la finca. Algunas de las moruchas de D. Manuel pegaban más que las bravas. Acompaño a Miguel a realizar la faena. Una vaca, ya conocida por su bravura, acosada por Miguel y los perros se reincorpora a la finca y trata de buscar protección, como todos los animales, uniéndose a su grupo. En esa dirección me encontraba yo. La morucha, sin dudar lanza su carrera en mi busca. Miguel vocea: tírate al suelo.

Cuando la cárdena está a unos pocos metros me dejo caer y la res salta mi cuerpo limpiamente. Fue un momento muy emocionante, y que reafirmó mi confianza en Miguel y en los hombres de campo y sus conocimientos.  Al terminar la carrera de veterinario no renuncié a las faenas  campestres y a la compañía de Miguel. De vez en cuando lo llevaba en mi SEAT panda a realizar algunas compras al pueblo. Disfrutaba enormemente estos viajes, en los que él me contaba un sinfín de historias y anécdotas. Miguel fumaba un tabaco verde, que el mismo cultivaba, cuyo olor mareaba. Los cigarros que liaba eran verdaderos puros. Un día de los que iba fumando en el coche tuve que parar y le dije: si sigue fumando no llegamos. ―se reía a carcajadas―. y decía: desde luego la juventud de ahora no valéis “pa na”.

Desde entonces siempre que subía al coche apagaba el cigarro, lo ponía sobre su oreja derecha, me miraba y sonreía.

Solo son recuerdos y pequeñas vivencias que suman para amar esta vida.

En estos días han aprobado la ley de bienestar animal. Una tarde antes de  que me diera el ictus, contemplé una escena que hizo que se me saltaran las lágrimas.

Tengo una mastina joven, casi una cachorra, Nuba, hija y nieta de dos perras excelentes.


La relación mastín-corderos es un vínculo entre iguales. Todos se sienten parte de la misma familia o manada

El ambiente era glaciar. Oigo un corderillo balar. La llamada denota hambre. Pienso que habrá perdido a la madre.  Me encamino al lugar donde se oye balitar. Es una pequeña zona de matorral. En un claro, veo un bulto blanco. ¡Es la perra tumbada, que acurruca al cordero como si de un cachorrillo se tratara! Me aproximo y entro en la mata. Nuba, al oír el ruido, cree que soy una amenaza para el corderillo y se dirige amenazante hacia mí. Se detiene tan pronto como me reconoce. Al incorporarse, el cordero no se separa de ella y puesto debajo cabecea buscando los pezones de Nuba para alimentarse, como si se tratara de su madre. La cachorra ni se inmuta, todo lo contrario: ¡lo lame! Tomo el corderillo y me lo llevo a la nave para encalostrarlo con la leche de otra oveja. Nuba no se separa de mí ni del corderillo.

Según la ley, no puedo criar de Nuba. Según mi conciencia sí. Cuando llegue el momento no atenderé la ley. Estos perros no se pueden comprar en ningún sitio. Se regalan a otros ganaderos, al igual que a mí me regalaron a sus progenitores.

Hay un derecho natural, propio de la naturaleza humana, que es anterior y superior al derecho que constantemente nos tratan de imponer los políticos. Leyes en muchos casos interesadas, que están terminando con nuestras raíces y tradiciones y nos están adoctrinando. Normas dictadas por personas sin conocimientos y desoyendo a quienes tienen sabiduría. Yo me revelo contra esto. Me siento preso en un mundo artificial en el que tratan de imponerme qué debo comer, qué espectáculos puedo ver, qué deporte practicar, qué debo pensar….

El jurista Gustav Radbruch decía: La ley extremadamente injusta no es una verdadera  ley. 


Autor: Antonio Rodríguez Rodríguez / veterinario / ganadero / pastor

   Blog: https://vidapastoril.blogspot.com/ 

   email: rodriguez0039@hotmail.com

Comentarios

  1. Hola Antonio, en primer lugar felicitarte por tu pronta recuperación.y en segundo, darte la enhorabuena!!!! como siempre,por tus maravillosos relatos que son pura vivencia, tuya y solo tuya ....Gracias de corazón por compartirlas con todos nosotros.Un fuerte abrazo.

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  2. Un relato maravilloso, como todos los que se cuentan desde el corazón y a los que nos tienes acostumbrados, con tu forma única y cercana de contar estas historias verídicas que nos cautivan!!!
    Nos alegra mucho saber, que vas a continuar disfrutando de tu querida familia y de tu vida pastoril!!!
    Un abrazo muy fuerte!!
    Laudina

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  3. Hola Antonio, te felicito por esta nueva entrada en tu blog.

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  4. Qué alegría ver este post. Es la prueba de que ya estás de nuevo con tu rutina a pesar también de estar viviendo tu recuperación que cada día se hará mas fácil y te llevará de nuevo a la Dehesa como hacías antes ( aunque como bien dices, bajando el ritmo).
    Me ha encantado leer este relato lleno de sentimientos y emociones que sin duda son ya parte de tu vida. Enhorabuena !!

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